Clínica de rehabilitación para la depresión en Aguascalientes

Testimonio de la depresión


La historia de mi vida con trastornos de la conducta alimentaria, la ideación suicida a consecuencia del trastorno límite de la personalidad y mi ingreso a una clínica de rehabilitación para la depresión en Aguascalientes.

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Yo fui una niña con la vida perfecta, los padres perfectos, los colegios perfectos, la casa y los carros perfectos; entre clases extracurriculares y tareas fui creciendo como la niña modelo.

Aprendí a caminar a los 10 meses y a hablar a los 9 meses, fui llevada con varios pediatras y me daban un diagnóstico de niña “súper dotada”

Crecí en una familia funcional, padres con un matrimonio estable, yo fungía el papel de la hermana mayor, con 2 hermanas más pequeñas que me veían como un ejemplo, aunque tenía un “pequeño defecto” era llenita y mi madre, que es una perfeccionista, no soportaba tener una hija gorda, así que desde los 6 años de edad me ponía dietas ridículamente estrictas para una niña de 6 años, pero sin embargo  yo lo consideraba normal, puesto que mi madre era y lo sigue siendo una mujer muy admirada por la sociedad, pero sobre todo muy perfeccionista, y si ella había alcanzado el éxito a base del físico y la inteligencia, tal vez, solo tal vez, yo podría ser como ella y lograr alcanzar todas mis metas y sueños.

Entonces comencé por hacer ejercicio excesivo (vigorexia) aparte de mis clases de natación y tae kwon do, nadie en mi casa se percataba de eso, puesto a que mis padres solamente vivían para su trabajo y tener lo más lujoso y traer a sus hijas al último grito de la moda.

Fui perdiendo unos cuantos kilos y mi madre y todos me felicitaban y me decían lo bonita y lo bien que me veía, recuerdo tener 8 años cuando empecé a vomitar (bulimia) y se me quedó muy fija en mi cabeza esta frase: “si eres flaca te quieren, si eres gorda no te quieren”; en ese momento yo solo buscaba que mi madre me quisiera, puesto que a medida que fui creciendo tuve muchos problemas de aceptación con ella por el mismo problema semántico, comencé a volverme una niña rebelde, mal humorada, caprichosa entre otras.

A los 10 años recuerdo que me daba atracones de comida a escondidas, acomodaba los alimentos en mi recámara conforme los sabores que más me agradaban y luego me provocaba el vómito; aún recuerdo el ir al súper mercado con esa extraña pero excitante sensación de placer de saber lo que iba a ocurrir al tener toda esa comida en mi posesión. Recuerdo el ni siquiera saborearla, yo solo quería llenar ese vacío que sentía de falta de afecto por parte de mi madre.

Viene a mi memoria cuando a esa edad me autolesioné por primera vez; había sido un accidente, pero me gustó la sensación de alivio tan relajante que sentí, me sentía liberada, pronto se convirtió en un hábito secreto del que nadie se percataba, en tiempo de calor usaba sudaderas, nunca traía faldas o vestidos cortos, en sí trataba de cubrir todo mi cuerpo.

Pronto me estanqué en 43 kilos midiendo 1.55m; cabe destacar que, antes de empezar a vomitar, llegué a pesar 94 kilos.

No estaba conforme en lo absoluto con mi peso y con la manera en la cual me veía a mí misma, en un momento de lucidez empecé a pensar en qué podía hacer y decidí buscar en internet, con mis 10 años a buscar información sobre maneras sencillas para bajar de peso y lo que encontré en internet me pareció fascinante páginas pro Ana y pro mía, las cuales promovían la anorexia y la bulimia , pronto se abría otro panorama para mí: la anorexia, tips como: masticar un chicle cada vez que te diera hambre, llenarte de agua antes de ir con el doctor a pesarte y así no se percaten de que estás adelgazando, decir que ya comiste antes, entre otras; todo esto al principio me parecía sumamente difícil y terminaba por darme atracones, lo cual me frustraba de una manera inconmensurable y terminaba por vomitar.

El mayor número de veces que llegué a vomitar en un día fueron 33 veces. El haber hecho esto tantas veces, tantos años, de hecho 10 años para ser exacta, me causó desgarre esofágico y necesité una funduplicatura de esófago, lo que significa que necesitaba que volvieran a cerrar la válvula por la que atraviesan los ácidos gástricos porque ya estaba muy flácida, y con el solo hecho de hacer un movimiento devolvía el estómago; desde ahí en esas páginas veía que aparte de no comer, vomitar y hacer ejercicio en exceso, ayunar, laxarse, tomar diuréticos y anfetaminas se cortaban, así como yo lo hacía, antes, todo esto para mitigar el dolor del hambre; empecé a cortarme, pero ya no con la idea de no sentir dolor, sino con la idea de morir, porque para mí todo ese asunto de los TCA (Trastornos de la conducta alimenticia) habían hecho que mi vida se convirtiera en un verdadero infierno en vida, al grado de que mi meta era llegar a pesar 38 kilos y que si no, no iba a ser esa princesa perfecta o princesa de cristal que tanto mencionan en esas páginas.

Llegado a ese punto yo sabía que necesitaba ayuda en una clínica de rehabilitación para la depresión en Aguascalientes, realmente no le encontraba salida a mi problema: el pedirle ayuda a mis padres no era opción, hasta que un día decidí que ese día me iba a morir, tomé una navaja y me corté las venas lo más profundamente que pude; para mi mala suerte, mis hermanas me encontraron, se asustaron y mis padres fueron a mi rescate, terminé en el hospital e internada en un hospital psiquiátrico.

Lo óptimo para mi hubiera sido una clínica de rehabilitación para la depresión en Aguascalientes, pero sin embargo mi familia era ignorante en ese aspecto, no se me atendió de la manera correcta; pasaron 3 meses, me dieron de alta, sin embargo, y yo seguí empeorando en cuanto a mis ideas del suicidio, las planeaba pero por miedo nunca las concreté porque hasta para eso me consideraba cobarde porque no quería más dolor, yo no quería otra cosa más que morirme y justamente fallece mi abuelo y yo estaba completamente deshecha, entonces vuelve la bulimia a mi vida y retomé el infierno en el que yo estaba viviendo, me martirizaba contando las calorías que había ingerido y las que con el ejercicio había quemado era un ciclo de nunca acabar y nunca estar satisfecha con la manera en la que me veía; a este punto mi cabello se caía fácilmente, mi piel era reseca, mis uñas quebradizas, mis dientes débiles y obviamente de nuevo volví a bajar radicalmente de peso a base de vómitos y ayunos.

Mis ideas de suicidio volvieron a la par de mis desórdenes alimenticios y decidí intentarlo de nuevo ingiriendo pastillas para dormir controladas, me las tomé junto con una botella de vodka, para mi sorpresa tampoco funcionó yo estaba convencida de que eso iba a ser lo último que iba a tener que hacer para terminar con la miserable vida que pensaba que llevaba. Fallé y lo volví a intentar más de 10 veces todas esas veces finiquitadas en 30 meses en total en un hospital psiquiátrico (lo que equivale a 2 años y medio) encerrada en el mismo intermitentemente.

Hacía de todo por lastimarme, nada me hacía sentir bien, me sentía la peor persona del mundo, me daba asco a mí misma, solamente quería desaparecer.

Los meses seguían transcurriendo y nadie se percataba de lo que me estaba aconteciendo, caí en una depresión mayor y estuve a nada de conseguir mi objetivo final: morirme. Hasta que por fortuna encontré una salida a mis problemas de trastornos alimenticios y suicidio, decidí ingresarme voluntariamente a una clínica de rehabilitación para la depresión en Aguascalientes, en la cual se me enseñó a mí y a mi familia a lidiar con estas conductas tan nocivas para ambas partes, y que tanto habíamos sufrido por tanto tiempo sin llegar a algún centro en el que se nos pudiera brindar la atención de una manera tan eficiente y de manera en la cual lográramos tantos cambios en estos ámbitos que les relato con el propósito de ayudar a más personas que como yo sufrían o están sufriendo sin merecerlo en este momento y no saben qué hacer; doy mi testimonio de que se puede vivir una vida libre y plena, sin ningún tipo de problemas mentales. No tengo más que agradecer a mi familia y a esta institución de vida que me salvó literalmente de la muerte.

El día de hoy, por fortuna tengo un trabajo estable, con una familia que me quiere y me valora, pero sobre todo soy una mujer que vive una vida plena y feliz, que no se preocupa patológicamente por su aspecto, sino que vive día a día agradeciendo por su cuerpo y más que nada por la salud que recobró al alejarse de esas conductas tan destructivas que solía practicar secretamente, mi familia confía en mí y lo más importante yo confió en que podré vencer día con día esta terrible enfermedad.

El camino ha sido difícil, ya que tengo que enfrentar a muchos problemas que aún continúan apareciendo como consecuencia de mi consumo y no quiero darme por vencida.

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