Promesas de Vida, la mejor clínica de rehabilitación para la atención del suicidio en Aguascalientes, salvó mi futuro y me devolvió la esperanza. Desde que era niño, supe que la vida no sería fácil. Mientras que mis compañeros estaban rodeados de amor y cuidados, iban a la escuela en coches y vestían bien, mi familia era pobre, mi madre trabajaba sin descanso y mi padre era alcohólico.
En casa no abundaban las muestras de afecto, ni los juegos y mucho menos las risas. Se supone que todos debemos crecer en un ambiente adecuado para un sano desarrollo, pero yo tuve la desventura de ser parte de un hogar tan hostil como cabe imaginar, y muchas veces estaba tan asustado de llegar a casa, que quería perderme, quedarme en el camino o escapar. No era feliz y no recuerdo haberlo sido en ningún momento de mi niñez.
El único paliativo para mi tristeza, para la amargura de mi vida, eran las distracciones, los pequeños momentos en los que podía olvidar que no era como los demás. Ir a la escuela no estaba mal, pero incluso ahí había momentos que me hacían desear no haber nacido. Tenía amigos y mis calificaciones no eran una maravilla, pero tampoco resultaban deplorables. Sin embargo, algunos chicos se burlaban de mí por mi ropa zurcida, mi uniforme de segunda mano, mi aspecto cansado y por el hecho de que debía caminar mucho para ir a estudiar todos los días, pues mi familia no contaba ni con el dinero ni la disposición para llevarme.
A mi padre le temía, aunque soportaba las palizas injustificadas con estoicismo, pero lo que más me dolía era la actitud de mi madre. Gracias a ella podíamos comer y vestir; sin embargo, yo no tenía su amor. La mayoría de los niños saben que sus madres los adoran y son arropados al final del día, consolados en sus tristezas; en pocas palabras, se sienten protegidos y seguros por ese vínculo indisoluble. Pero, a mí no me sucedía eso. Ella era tan fría y dura que no tenía que ser muy inteligente para darme cuenta de que yo había sido el resultado de un accidente en su vida.
Y si me quedaba alguna duda, pude comprobarlo cuando cumplí trece años. Todo lo que quedó de ella en casa fue el viejo y manchado delantal que usaba para cocinar. Entonces, pasé de ser un niño solitario a un adolescente que debía procurar el pan para la casa, porque estaba bajo la tutela de un padre que no podía tenerse en pie durante la mayor parte del tiempo. Cuando estaba lúcido, no tenía ánimos de nada y me quitaba buena parte de lo que ganaba haciendo mandados después de la escuela, solo para gastarlo en bebida.
De esta manera, no tarde en caer en el mismo vicio. Yo no podía con mi enemigo, así que me uní a él. Estaba cansado de batallar solo, de sentirme indefenso y de hacer exactamente lo que yo creía que los demás esperaban de mí, ¿Para qué? La vida no me había traído más que decepciones desde que había comenzando a hablar y andar. Fue así como crecí: adicto al alcohol, destruyendo mis pocas oportunidades de estudiar en una universidad y saltando de un empleo a otro para sobrevivir.
Finalmente, cuando tenía veintitrés años, decidí acabar con mi vida. Acababan de despedirme de un buen trabajo, que había conseguido a través de un amigo, pero que había perdido por mi irresponsabilidad y debido a mi gusto incesante por la bebida. Entonces, decidí suicidarme. Ya era suficiente de todo: del mundo, de las personas que fingían quererme, de la soledad, de un pasado que me perseguía y se cernía sobre mí como una nube de tormenta, y de un futuro que se me escurría como agua entre los dedos.
Mi vecino, un muchacho de mi edad a quien siempre había considerado bastante remilgado, pero que no me desagradaba del todo, fue quien me encontró. Había perdido bastante sangre, pero seguía vivo y estaba furioso conmigo mismo por no ser lo bastante bueno como para suicidarme con éxito. Sin embargo, mientras me recuperaba en el hospital, me di cuenta de que me había sido otorgada una nueva oportunidad ¡Realmente no quería morir! Fue así como busqué ayuda en la mejor clínica de rehabilitación para la depresión en Aguascalientes, Promesas de Vida, donde recibí no solo el tratamiento oportuno, sino el apoyo y la solidaridad que necesitaba para cambiar y ser feliz.
¿Cómo ayudar a alguien que tiene tendencias suicidas?
Si ustedes tienen un ser querido que ha demostrado que no tiene deseos de vivir o que padece serios problemas de depresión, puedo entender por lo que están pasando, pero deben saber que no están solos. No solo porque Promesas de Vida es uno de los mejores centros de rehabilitación en Aguascalientes, que les ofrece una oportunidad de tratamiento avalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), sino también porque hay ciertas medidas que ustedes pueden poner en práctica para ayudar a una persona con depresión.
- Ofrezcan su apoyo. Cuando una persona piensa en suicidarse, necesita ayuda profesional, aunque no parezca un peligro inmediato. Tomen en serio las amenazas y sean serviciales, ¡No permitan que esto derive en un intento exitoso!
- Animen a la persona a buscar tratamiento. Quien desea suicidarse, tal vez no tenga la energía ni la motivación para buscar ayuda. Por lo tanto, si a ustedes les importa alguien que padece depresión, busquen el apoyo de un centro para tratar estas crisis, una comunidad de fe o asesoría médica.
- Mantengan la comunicación. Si esa persona les dice que está mal o se muestra triste de manera reiterada, sean respetuosos y tolerantes. Además, es aconsejable que mantengan los canales de comunicación, que se interesen por el bienestar y la cotidianidad de ese ser querido Muéstrenle tanto su solidaridad como su comprensión, y expresen sus opiniones de una manera sutil, pero firme. Escuchen con atención y sin interrumpir.
En Promesas de Vida somos una clínica de rehabilitación con amplia experiencia y la disposición para ayudarles a cambiar sus vidas. Si desean más información acerca de nuestros servicios o necesitan apoyo, pónganse en contacto con nosotros, a través de nuestro sitio web.