Después de la tormenta sale el sol

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Nunca creí que necesitaría recurrir a los servicios de centros de rehabilitación en Zacatecas. Una neblina densa e impenetrable descendió sobre mi vida cuando mis padres decidieron que se iban a separar. Yo era tan joven que creía que la vida sería como un eterno día de verano, y que nada malo podría ocurrir; tenía todo lo que podía desear: no éramos ricos, pero tampoco sufríamos precariedades. Sin embargo, hasta el más hermoso cuento de hadas tiene un momento de oscuridad que puede hacernos dudar acerca de si habrá o no un final feliz. Y no es que mi infancia hubiese sido perfecta, pues sabía que ellos no se llevaban bien desde hace mucho tiempo… Era muy común verlos discutir por cosas simples, y a pesar de que sufría fuertes dolores de estómago cada vez que estallaban los conflictos, los soportaba con estoicismo, porque, cuando la tormenta pasaba, me sentía amada y recompensada por el cálido afecto de ambos.

El día que tomaron la decisión de separarse, en medio de una discusión tan fuerte que incluso nuestros vecinos se apoyaron en los antepechos de sus ventanas para averiguar qué ocurría, yo pensé que todo estaría mejor, que habría paz en casa, después de mucho tiempo; sin embargo, el silencio que tanto deseaba cursó en una soledad sin precedentes. Aunque mi padre solía llamarme a diario y visitarme con frecuencia, mi vida era un abismo e incluso llegué a creer que enloquecería, porque, si bien las peleas en casa habían cesado, el conflicto no había desaparecido del todo, sino que había alcanzado mayores dimensiones.

Mi padre se había encargado de que la familia lo respaldara ciegamente en su postura, mientras que mi madre solo nos tenía a nosotras y a mi abuela para defenderse; de esta manera, comenzó una etapa en la que cada uno se autocompadecía por una relación fracasada, mientras que mis parientes fungían como espectadores que limpiaban sus heridas y alimentaban sus egos, sin reparar en mi sufrimiento. Todos estaban tan inmersos en sus propios deseos egoístas y en sobreponerse al escándalo, que se olvidaron de la persona más vulnerable.

Y no es extraño que los niños, a fin de cuentas, sean siempre los más perjudicados en un divorcio. Yo seguí con mi rutina y continué cumpliendo con mis responsabilidades, sin incurrir en vicios y procurando no dar dolores de cabeza a nadie, pero todo lo hacía como un autómata, porque mi mente no quería continuar ¿Y para qué? Mi núcleo familiar estaba disuelto, me sentía agobiada por las quejas de mis padres y no tenía amigos. Ideas de soledad, de dolor y pocos deseos de vivir me rondaban a diario.

No obstante, el hecho de que estén leyendo estas palabras demuestra que la depresión miente, que conlleva a creer cosas equivocadas; pero, la depresión en sí no es una mentira, sino una enfermedad muy real que he experimentado y que pude sobrellevar, gracias a Promesas de Vida, la mejor clínica de rehabilitación para la depresión en Aguascalientes. Sé lo que es sentir protección y seguridad, solo para despertar un día y descubrir que estaba desnuda e indefensa en medio de la oscuridad; es por ello que, con mis palabras, deseo que se convenzan de que, después de la tormenta, siempre sale el sol.

Me alegra haberme recuperado, en especial con la ayuda y la asesoría de Promesas de Vida, uno de los más insignes centros de rehabilitación en Aguascalientes. Sin el apoyo profesional y amable de sus especialistas, no sería la persona soñadora, positiva y entusiasta que soy en la actualidad, muy feliz y con ganas de vivir. Así que, si ustedes están atravesando una situación similar a la mía, no esperen más y pónganse en manos expertas. Para solicitar más información, ingresen en su sitio web.

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